martes, 23 de junio de 2020

El otro Bautismo de Fuego de la Fuerza Aerea Argentina


La verdad histórica

16 de junio de 2020 -

El As de la aviación que desde el cielo defendió al pueblo: el bautismo de fuego del "Muñeco" Adradas

Oficialmente, el primer combate de la Fuerza Aérea Argentina transcurrió en el Atlántico Sur, el 1º de mayo de 1982. Pero la historia fáctica, silenciada y casi desconocida, sitúa casi 27 años antes el primer derribo de un avión enemigo


Ilustración: "El defensor de la patria", pintura de Pablo Patricio Albornoz.

La Fuerza Aérea Argentina tuvo su bautismo de fuego en una fecha muy anterior a la que se cree que es. Concretamente concretamente, 27 años antes, en rigor algunas semanas menos. De aquel (mal) estreno en batalla en los cielos se cumplen este martes exactamente 65 años. A continuación, un texto –hay más, incluyendo un trabajo de investigación, pero siguen siendo prácticamente desconocidos a gran escala– que evocan aquella trágica jornada con un nombre clave, el del teniente Ernesto Jorge “Muñeco” Adradas.

Alejandro Covello (*)

Los pilotos navales se fueron a dormir sabiendo que al día siguiente rociarían de trotyl la ciudad enemiga. Se sentían más convencidos que seguros de la acción que llevarían a cabo. No había tocado diana en la base naval de Punta Indio y ya el jefe del ataque aéreo explicaba a los pilotos cuál era el objetivo del bombardeo que iban a emprender. Se dispuso un ataque en línea, un avión tras otro, una escuadrilla tras otra, y fueron aproximadamente 30 aviones y 90 toneladas de explosivos.

A menos de 200 kilómetros de distancia, en la Base Aérea de Morón de la Fuerza Aérea Argentina, se alojaba el Grupo Aéreo III. Su misión era la defensa aérea ante un ataque enemigo. Para ello estaban los aviones Gloster Meteor, el primer caza a reacción británico, birreactores construidos en Inglaterra sobre el final de la Segunda Guerra Mundial, y diseñados para despegar rápidamente, buscar en el cielo al agresor, y derribarlo. Un caza interceptor.

El escenario militar fue el siguiente: aviones bombardean una ciudad abierta, la capital de un país, dejando caer sus bombas sobre la población civil. Se arma la defensa y despegan cazas a detener el ataque. Se trataba de un hecho de guerra en el que un Arma, la Fuerza Aérea Argentina, intervenía por primera vez en un combate militar real, en un combate aéreo, y allí el teniente Ernesto Jorge “Muñeco” Adradas derribó a un avión enemigo: fue el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, el 16 de Junio de 1955.



Ese día, por la mañana, una escuadrilla de la Fuerza Aérea tenía previsto un desfile aéreo sobre la Casa de Gobierno, en honor al general José de San Martín, pero las malas condiciones meteorológicas lo habían impedido. Aviones Gloster Meteor volarían sobre la Plaza de Mayo, mientras en la ciudad se cumpliría la rutina de un día de semana normal. Seguramente algunos curiosos y amantes de la aviación, junto con niños de escuela esperarían el espectáculo. Llegada media mañana, fue el momento en que el brigadier Mario Daneri, junto con otras autoridades, irrumpió en la sala de pilotos y ordenó armar una escuadrilla de alarma. Se había declarado situación “coninte”, de conmoción interna.

El primer teniente Juan García se convirtió en el jefe de la escuadrilla de alarma, y se le ordenó ir a las maquinas. El jefe de Escuadrón dio un resumen de lo que estaba ocurriendo: aviones North American AT6 Texan, Beechraft AT 11 y bombarderos Catalinas, de la Aviación Naval, habían sorprendido a la población de Buenos Aires, sin previo aviso, descargando bombas. Hubo preguntas, pero no había tiempo, la orden fue clara:
—¡Derribarlos!

Ellos son pilotos de combate, una estirpe nacida en la Primera Guerra Mundial. Un piloto de caza vuela aviones monopostos, de un solo asiento, vuela solo y lo acompaña luego la escuadrilla formada de otros tres aviones. Están entrenados para navegar al blanco, vigilar los sistemas del avión, preparar su armamento y disparar con acierto; nada sirve si el proyectil no penetra en el acero del enemigo. Así un piloto de caza, luego de 5 derribos se convierte en As de la aviación.

La escuadrilla estaba formada por el primer teniente García y, bajo su mando, el primer teniente Mario Olezza, y el teniente Osvaldo Rosito. Y el teniente Ernesto Jorge “Muñeco” Adradas.

“Esto es en serio”, se dijo el Muñeco, que terminaba de agarrar su pernera, el casco de cuero y la máscara, mientras echaba una mirada de reojo a su jefe de escuadrilla. Quería controlar que nadie se negara a ponerse la ropa de combate: hubo un silencio, se volvieron a mirar, y salieron a la plataforma.



Entraron de a uno en pista, pero eran sólo tres aviones, faltaba uno. El Muñeco, al poner en marcha el motor número 2, tuvo problemas. El resto de la escuadrilla apenas se alineó en pista, uno por uno fueron empujando a fondo la palanca del gas, y 12.000 revoluciones por minuto y 1.600 kilogramos de empuje empezaron a mover las 6 toneladas de acero. A los pocos minutos el Muñeco estuvo listo y despegó para unirse al resto. Las nubes estaban donde estuvieron toda la mañana, al ras del piso: era necesario volar rasante. El Muñeco escuchó que el punto de reunión era Plaza de Mayo y se pegó a las vías del tren, única forma de navegar con techos tan bajos.

El jefe de escuadrilla anunció por la radio “¡Antenas!”. Había que subir, pero no tan alto de quedar ciego en una nube, y no tan bajo para estrellarse en la ciudad. El comodoro Carlos Adolfo “Chino” Soto dirigió el ataque desde la Torre de Control. Finalmente la escuadrilla logró reunirse, pero el Muñeco los perdió de vista: puso rumbo al río para asegurarse de no chocar con ningún edificio o antena. En ese momento se escuchó la orden del comodoro Soto de derribar cualquier avión en esa zona.

García avistó: “A las 3, dos aviones…”. Olezza y Rosito se lanzaron en picada sobre el primer avión enemigo, y cuando el primer caza interceptor lo tuvo próximo, descargó una ráfaga con la intención de disuadir, y de ajustar la mira. Uno de los AT 6 Texan viró bruscamente a la izquierda, viendo pasar la munición trazante muy cerca del fuselaje. Decidió escapar, comenzando un vuelo rasante sobre la estación de trenes de Retiro. Olezza le dijo a su numeral que no dispare, que un derribo provocaría muchos muertos inocentes. El piloto naval del Texan, el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly, logró huir usando de escudo humano a la población civil, sobre la estación primero, y luego sobre un tren con destino a Tigre.

Nubes y humo negro de las bombas dificultaban la vista, pero de repente todo se hizo más claro: las nubes se abrieron, el Sol penetró, y Adradas tuvo a un avión enemigo a la vista. Estaba prácticamente en la “percha”. El Muñeco estaba solo y el enemigo en su línea de tiro: quiero imaginar cómo el avión de Adradas persiguió a su presa posándose sobre él a tan solo 300 metros. Lo veo apretarse aún más la máscara de oxigeno, armar sus cañones y descolgarse de la percha. El Muñeco se lanzó en picada, el Texan quiso escapar y esconderse entre las nubes. Era tarde, al Muñeco se le agrandaba cada vez más el avión enemigo en su mira, entró en el ángulo muerto, lo tuvo, y disparó. Los proyectiles ingresaron por el plano izquierdo y cortaron prácticamente toda el ala. El piloto naval, el guardiamarina Armando Román, se arrojó en paracaídas y salvó su vida cayendo sobre el Río de la Plata.

El Muñeco Adradas estaba empapado de sudor, no podía creerlo. Quitó potencia para volar más bajo y observar la ciudad en llamas, los muertos… Luego sí lo creyó, pero nunca lo entendió. La radio de su avión lo despertó del asombro: le pedían un reporte. “Estoy bien y mi avión en servicio, he derribado a uno de ellos…”.

Fue el último en aterrizar. Como piloto había cumplido su misión, lo que no sabía el Muñeco era que el destino marcaba para siempre a su derribo como una victoria “pírrica”. Se bajó de la aeronave cansado, esperando más órdenes… Fue felicitado por el vicecomodoro Orlando Pérez Laborda, el médico militar lo encontró sobreexcitado y recomendó no asignarle otra misión. No había compañeros, un mecánico que corrió a su encuentro logró darle la advertencia: “Jefe, los marinos están entrando con gente nuestra para tomar la base. Escóndase, porque estos asesinos lo van a querer matar…”.



La Base Aérea de Morón, que fuera leal en un primer momento, se había sublevado. Las fuerzas rebeldes tomaron la base en el tiempo en que la escuadrilla había cumplido su misión de defensa. Adradas fue perseguido por los oficiales rebeldes, que juraban matarlo por haber derribado un avión naval. Por la tarde la sublevación fracasó, y el Muñeco salvó su vida escondiéndose adentro de un armario. Tres meses más tarde, volvió a combatir contra la flota naval, comandada esta vez por el contralmirante Isaac Rojas, que había bombardeado Mar de Plata y amenazaba con bombardear Buenos Aires si el presidente Juan Domingo Perón no renunciaba. Fue la victoria de la Revolución Libertadora.

El Muñeco Adradas pidió el retiro, que le fue concedido el 27 de abril de 1956, presionado por un tribunal de honor que lo acusaba por sus acciones del 16 de junio de 1955. Fue juzgado y sentenciado por deshonrar a su institución. Sin embargo, Ernesto Jorge Adradas fue aquel que con su acto de lealtad y de respetar las órdenes que le fueron impartidas por sus superiores naturales, y en cumplimiento de su misión, salvó a la institución Fuerza Aérea Argentina de que su bautismo de fuego hubiera sido la ignominia de bombardear y ametrallar a civiles indefensos en una ciudad abierta.

Ese mismo año sufrió un nuevo intento de asesinato, a manos de los mismos que el 16 de junio no habían podido matarlo. Luego de varios años logró ingresar como piloto en Aerolíneas Argentinas, y allí fue parte del correo clandestino que comunicaba al general Perón con la Resistencia Peronista.



En 1973 integró la tripulación del avión de Aerolíneas Argentinas que trajo definitivamente a Perón de su exilio.

Adradas, siempre soñó con volar y cuando tuvo la oportunidad en el curso de aviadores militares de la Fuerza Aérea, lo hizo de la mejor manera. Egresó de la escuela de caza con excelente promedio y fue destinado como teniente (joven en su rango) a volar el avión insignia del Arma aérea, el Gloster Meteor. Se puede decir que el Muñeco Adradas estaba destinado a ser As de la aviación, sólo le faltaba, como a su institución, el bautismo de fuego, el combate aéreo real. Se puede decir que todo hombre tiene un destino, y que en un momento nos enfrentamos cara a cara y ese momento es toda la vida. Para Adradas fue el 16 de junio de 1955 el comienzo de su destino, que no fue.

(*) El texto forma parte de un trabajo sobre la historia política de la aviación nacional, y tiene como fuentes, entre otras, a Olga Adradas, viuda de Ernesto “Muñeco” Adradas, y al trabajo de investigación “Bombardeo del 16 de junio de 1955”, del Archivo Nacional de la Memoria. Se puede descargar acá.

En el sitio del autor –https://alejandrocovello.com– también se presenta un trailer del documental “Piloto de Caza”, sobre la vida de Ernesto Adradas, que está en producción.

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Si va a utilizar este texto cite la fuente: elciudadanoweb.com

FUENTE: https://www.elciudadanoweb.com/el-as-de-la-aviacion-que-desde-el-cielo-defendio-al-pueblo-el-bautismo-de-fuego-del-muneco-adradas/

RELACIONADO:


Bombardeo del 16 de junio de 1955

Piloto de Caza


Pilotos alemanes


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domingo, 10 de mayo de 2020

Nélida de Miguel, militante y amiga de Evita, cumple 100 años


Nélida de Miguel, militante y amiga de Evita, cumple 100 años
Por Oraldo Britos - 10 de mayo de 2020

Nélida de Miguel

Nélida Domínguez de Miguel es un ícono viviente del peronismo histórico y militante que se distingue hasta hoy por ser una valiente luchadora, entregada por amor y solidaridad con los más humildes, perpetuando así el compromiso y la acción que vivió al lado de la esposa del general Juan Perón y que Nélida despliega, hasta donde sus fuerzas se lo permiten, con ternura para niños y ancianos. Ejemplo para los que tenemos el privilegio de ser sus amigos y compañeros de viejas y nuevas generaciones que reconocen su entrega absoluta a una causa. Perón cuando hablaba de la mujer decía que lo esencial es el contenido y Nélida lo tenía en sus muchas virtudes.

Supo interpretar sus tiempos, identificada plenamente con una doctrina de redención social extraída de las encíclicas sociales de la Iglesia y tomadas por el Justicialismo que durante toda su vida ha sabido concretarlas.

Pero así como Nélida tiene su costado tierno también supo ofrecer resistencia, como cuando se sumó junto a un puñado de mujeres a la barra para cantar la marcha peronista en la cara misma del interventor militar de la CGT en 1957, contra las pretensiones del dictador Pedro Eugenio Aramburu de quedarse con la central obrera. Con esa misma vitalidad y convicción en 1959 durante el gobierno de Arturo Frondizi, en plena huelga del frigorífico Lisando de la Torre acompañó la protesta y la marcha desde Mataderos por la avenida Rivadavia hasta el Congreso de la Nación. Dirigentes de ese gremio como Eleuterio Cardozo y Sebastián Borro siempre aludían al coraje de Nélida de Miguel.



Su padre era militante socialista y le agradaba concurrir acompañado por su joven hija Nélida a las primeras charlas que ofrecía el entonces coronel Perón, que desde su Secretaría de Trabajo había logrado el acercar a destacados dirigentes gremiales de aquel partido.

Nélida ingresó como empleada en el Instituto Malbrán y ya alumbraban en ella los sanos principios de reivindicación y dignificación de los trabajadores, por lo que ansiaba realizarse trabajando y estudiando. Pero para ser convocada alteró en su documento el mes de mayo por marzo, ya que le exigían tener 18 años cumplidos. Picardía forzada por la necesidad. Todas las otras condiciones las tenía, incluyendo dactilografía.

Cuando se produjo el hecho revolucionario del 17 de octubre de 1945, Nélida y algunos de sus compañeros de tareas abandonaron su trabajo y se sumaron a una columna de trabajadores gasistas que con una bandera argentina iban camino a Plaza de Mayo en reclamo de la libertad de Perón, detenido en la Isla Martín García.

Al día siguiente, enterados sus superiores en el Malbrán la castigaron: la sacaron de las oficinas para mandarla a trabajar al serpentario. Aceptó la sanción pero transcurrido algún tiempo lo comentó con otra compañera que tenía llegada al Dr. Ramón Carrillo, quien luego del triunfo de Perón en las elecciones del 24 de febrero de 1946, con la asunción del nuevo gobierno el 4 de junio, fue designado como ministro de Salud de la Nación. Enterado del motivo de la represalia, Carrillo convocó a Nélida y al ver su firme actitud militante la presentó en la secretaría de Eva Perón, ubicada en Perú 130, donde hoy funciona la Legislatura porteña y entonces el Concejo Deliberante. Ni el ministro ni menos Nélida tuvieron que explicar nada: Evita ya conocía su caso.

Cuando Nélida se refiere a esta etapa de su vida, sus ojos se humedecen de emoción y alegría por la importancia de su vivencia junto a Eva Perón.



Las tareas junto a Evita le daban cada día más responsabilidad en el campo social. Empezaban muy temprano y terminaban muy tarde, momento en que se podía compartir algún pequeño menú, mientras analizaban lo realizado y cómo proseguiría la labor al día siguiente. Reuniones que se hacían a veces más extensas cuando se llevaban a cabo en el Hogar de la Empleada.


En 1947, cuando se sancionó la Ley 13.010 de los derechos Cívicos y Políticos de la Mujer, Evita solicitó que el Senado de la Nación le cediera un lugar destinado a las mujeres que ocuparían las bancas de senadoras, además de las diputadas de la Nación. Para su ejecución se designaron a Delia Parodi, Nélida de Miguel y Ana Macri, quienes junto a los arquitectos y técnicos en la materia abordaron la tarea. Las características principales no eran sólo la amplitud y la iluminación, sino el buen gusto, lo cual fue expuesto en los colores rosados tanto en cortinados, como en sus sofás, por lo que se le denominó al lugar, pegado al recinto de sesiones, Salón Rosado. Actualmente se lo llama “Salón Eva Perón”, por un proyecto del autor de esta nota, aprobado por unanimidad en 1992.

El grupo que acompañaba a Eva Perón lo constituían unas 30 mujeres muy activas y preparadas para cumplir funciones sociales, sumando a estas la misión de conformar el padrón femenino censando a las mujeres casa por casa para armar el Partido Peronista Femenino y unidades básicas, por lo que fueron enviadas a todas las provincias. Nélida de Miguel fue comisionada para organizar la provincia de La Rioja.

Nélida aceptó, pero esta situación fue motivo de un serio problema con su esposo, quien no aceptaba su alejamiento temporal: “La política o la casa”. Nélida optó por cumplir su compromiso con Evita, dando como resultado su separación matrimonial.

Eran tiempos difíciles para la participación política de la mujer. Los hombres entendían que sólo debían cumplir funciones en el hogar. Nélida sufrió mucho: se trataba del hombre con el cual había formado un hermoso hogar, lleno de amor compartido con sus hijas y el reconocimiento de familiares y amigos. Pero también había asumido un compromiso de por vida con los más humildes. Eva Perón observaba la capacidad demostrada por Nélida en La Rioja, donde se abrieron gran cantidad de unidades básicas con cursos de corte y confección, tejido, alfabetización, pintura, música y cocina, razón por la cual la trasladó para las mismas funciones a la provincia de Tucumán. Allí multiplicó sus tareas en la constitución del Partido Peronista Femenino, respaldado por miles de mujeres, sin abandonar en ningún momento la función social, además gestionó -y consiguió- un tren para llevar 500 mujeres trabajadoras cañeras al acto del 22 de agosto de 1951, convocado por la CGT en la Capital Federal.

Nélida adelantó su llegada a Buenos Aires para informarle de su gestión a Evita, a la que observó muy delgada y sumamente pálida, mientras Eva le adelantaba que no iba a aceptar la propuesta para la candidatura a vicepresidenta de la Argentina, acompañando a su esposo en las elecciones del 14 de noviembre de ese año. Esto sorprendió a Nélida que entre sollozos, recuerda, le manifestó que en todo el país se había trabajado para eso, mientras el rostro de Evita lo decía todo, realmente quebrada por la cruel enfermedad. Nélida continuó trabajando junto a Evita, mientras el cáncer le devoraba la vida, hasta que en sus últimos días fue ubicada en una sala especialmente habilitada sobre la calle Austria, en la residencia presidencial, para evitar la presencia de miles de mujeres que pedían al Señor por su salud.

A las 20.25 del 26 de julio de 1952, Eva Perón, Evita, entró en la inmortalidad, acompañada por el cariño de su pueblo y de esas mujeres que estuvieron siempre a su lado. Desde el día de la muerte de Evita, Nélida de Miguel organizó una habitación tipo santuario en su departamento de la calle Matheu al 800, en la que guarda todos sus recuerdos con Evita y llama la “piecita” y donde diariamente reza su rosario. En el mismo lugar conserva la máscara de Eva Perón que el orfebre Pedro Pallarols confeccionara en 1952, con la autorización de Perón, cuando el cadáver de Evita se encontraba depositado y custodiado por los trabajadores en la CGT y que el gobierno de Aramburu hizo secuestrar porque día a día se encendían más velas alrededor del edificio cegetista.

Después del derrocamiento del general Perón, Nélida de Miguel participó activamente junto a los trabajadores en la resistencia peronista, donde era considerado su liderazgo. Durante el tiempo del secuestro del cadáver de Evita –a lo largo de toda la proscripción del peronismo-, junto a otros dirigentes pusieron en vigencia la flor “No me olvides”, que llegó a ser emblemática para los militantes peronistas. Junto a Delia Parodi, Nélida recorrió el país para hablar en actos partidarios, en los que recibía el cariño de la gente y se destacaba por una oratoria persuasiva y doctrinaria.

En las elecciones de 1962, durante el gobierno de Frondizi, Nélida de Miguel integró la lista de Unidad Popular encabezada por el dirigente textil Andrés Framini. Luego del derrocamiento, se anularon las elecciones en la provincia de Buenos Aires, entre otras, lo que originó manifestaciones de protesta. La más grande rodeó el Congreso y en la marcha una compañera de Nélida se tiró al piso simulando un desmayo. Los agentes de custodia del edificio socorrieron a la supuesta afectada y la trasladaron al interior de la Cámara para auxiliarla, circunstancia que Nélida aprovechó para filtrarse y entrar al recinto con el propósito de sentarse en la misma banca que ocupara hasta 1955, de donde terminó siendo arrancada por las fuerzas de seguridad. La teatralidad de la política es inherente a sus actores.

A Nélida la pude conocer de vista el 18 de agosto de 1951, junto con otros compañeros de mi ciudad oriunda: Villa Mercedes en San Luis. Junto con otros trabajadores queríamos visitar a Evita y el secretario de la CGT, José Espejo, se ofreció para lograr el encuentro. Evita nos recibió con mucha simpatía y sólo nos hablaba sobre el avance de las obras en nuestra ciudad, de las que participábamos como trabajadores mis compañeros y yo. Su rostro era completamente pálido y su voz no era muy clara. Fueron pocos minutos y tal vez la emoción no nos permitió expresar todo lo que sentíamos. Allí estaba Nélida de Miguel.

En 1970 nuestra cumpleañera, siguiendo en la resistencia, organizó una campaña con afiches que imprimieron algunos sindicatos preguntando: “¿Dónde está? El cuerpo de Evita”. Fueron citadas varias mujeres, pero el entonces presidente de facto Marcelo Levingston no pudo dar ninguna respuesta certera.



Nélida de Miguel, como hemos consignado, siempre tuvo excelentes relaciones con la dirigencia de la CGT ya normalizada. Interlocutora frecuente del secretario general, José Ignacio Rucci, junto a un grupo de compañeras que realizaban tareas sociales. Rucci, especialmente, la propuso a Nélida, en nombre de la Central Obrera, para que viajara a Madrid para acompañar a Perón en su viaje de regreso a su Patria, luego de 17 años de exilio, en noviembre de 1972.

En las elecciones del 11 de marzo de 1973, Nélida fue concejal porteña, desde donde realizó una encomiable tarea en los barrios más humildes. Su despacho se caracterizaba por la presencia de numerosos compañeros siguiendo los cometidos que realizara Evita. Entre sus logros consagrados están las ferias francas en barrios de la ciudad, con la venta de todo tipo de productos provenientes de la zona rural del gran Buenos Aires.

El golpe de 1976 una vez más cercenó su capacidad de gestión. Durante la dictadura militar, Nélida se acercaba periódicamente a Deolindo Felipe Bittel, quien presidía el Partido Justicialista, llevando y buscando información sobre los detenidos y desaparecidos, a la vez que acercaba colaboraciones para los encarcelados.

Los años no pudieron con Nélida. En el 2005 se acercó a las 62 organizaciones que conducía Gerónimo Momo Venegas, secretario general de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores, que orgullosamente la presentaba como un ejemplo histórico del peronismo. Cuando esta organización en el 2011 inauguró la Escuela Político Sindical de la UATRE, le concedió a Nélida un espacio para desarrollar labores sociales

Nadie la obligaba a permanecer todos los días desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde, recibiendo todo tipo de donaciones que prolijamente iba acomodando en las estanterías, mientras preparaba las cajas para destinarlas a quienes más las necesitaban.

Causaba admiración su espíritu de trabajo solidario, por lo cual era reconocida y recibía no solo de los sindicatos donaciones, sino que todos los meses el empresario Eduardo Eurnekian le enviaba una camioneta llena de alimentos. Nélida enviaba gran parte de ellos junto con abrigos, calzados y libros al Psiquiátrico Dr. Braulio Moyano y en especial las botellas de leche y pañales a una organización de trabajadoras sexuales domiciliadas en la Avenida Belgrano, donde se encontraban los niños. También efectuaba envíos al interior y a comederos del gran Buenos Aires.

A no dudarlo: nuestra cumpleañera se debe sentir con los suyos inmensamente feliz y nosotros, sus compañeros, orgullosos de ser sus amigos, por lo que le pedimos a Dios que siga brindando el amor de la vida, siempre dispuesta a servir a los que sufren.


- El autor fue senador nacional
  
FUENTE:

viernes, 20 de marzo de 2020

La Pequeña Hanna en Argentina




La Pequeña Hanna y Gran Mujer.

¿Hay lugar para una chica?

Una tarde de verano de 1931 una adolescente de 19 años, Hanna Reitsch, se acercó a la escuela de planeadores de Grunau, a cargo del famoso piloto Wolf Hirst, con el fin de aprender a volar.
El vuelo a vela nació en Alemania y se desarrolló como consecuencia de las limitaciones impuestas a la aviación por el tratado de Versalles al fin de la Primera Guerra Mundial. Las autoridades de las naciones vencedoras permitieron este deporte porque no violaba la letra del tratado, además de parecerles un sustituto inofensivo y divertido del verdadero vuelo a motor. Pagarían muy caro ese error.
Cuando las restricciones para construir y volar aviones desaparecieron, muchos esperaron el fin de vuelo a vela, sin embargo los planeadores siguieron evolucionando y se mantuvo el volovelismo como un deporte relativamente popular.
En los elementales planeadores de aquella época solo existía un puesto, el del alumno. La instrucción de daba en tierra y luego el aprendiz volaba pequeños trechos cerca del suelo para hacerse a los controles mientras era empujado por la ladera de la montaña.
Hanna, de cuerpo pequeñito y de carácter muy agradable, pronto ocupó el primer lugar entre los alumnos y fue invitada aprobar las más avanzadas de las aeronaves de la escuela. Rápidamente batió el record femenino de permanencia en el aire, con más de cinco horas.

Aventura en la montaña

Un poco después, paseando en una soleada mañana por la medieval ciudad de Hirschberg, enclavada entre cerros, Hanna se encontró con Wolf. El joven, muy entusiasmado, la invita a probar la más moderna adquisición del club, el planeador Grunau Baby.
Minutos más tarde, vestida tan solo con una blusa liviana y pollera, Hanna se estaba sentada en los controles de la aeronave mientras es remolcada por Wolf desde un biplano.
Dejemos que ella nos cuente: “me liberé del remolque sintiéndome muy confiada, al hallar ascenso comencé a dar vueltas en circulo, el variometro primero marcaba 1 metro de ascenso por segundo, luego 2 y luego 3, cada momento ascendía mas rápido.
Por arriba mío vi una monstruosa nube negra. Alcancé los mil metros de altura, instantes después los mil doscientos. La nube me tragaba sin poder escapar y me ví sumergida en su negrura… Todavía no tenía miedo. Pero ¿me estaría llevando la nube hacia los picos del monte Riesergenbirge?
Ya tenía mil ochocientos metros y la montaña solo mil setecientos, seguí subiendo y nada pude hacer para evitarlo…la cabina comenzaba a congelarse, la palanca y los pedales también… tres mil cuatrocientos metros, tres mil seiscientos.. para poder ver hacia fuera rompí una parte de la cabina, pero ahora entraba la lluvia y el hielo. Mis manos desnudas se pusieron azules y ya no podía sentirlas. Mi pelo se congelaba. Ya no trataba de forzar los controles y solo confiaba en la estabilidad natural del avión.
Después de largo tiempo de terror comencé a sentirme más liviana. Al mirar hacia arriba en vez de cielo ví la tierra. Automáticamente enderezé el planeador y descendí siguiendo la blanca ladera del monte, donde se deslizaban unos esquiadores. Al costado del hotel había una porción de terreno relativamente llano. Saqué los aerofrenos y aterricé suavemente al lado del restaurante del hotel. Los huéspedes no podían salir de su asombro” 1
En este vuelo Hanna batió, involuntariamente, el record mundial de altura en vuelo sin motor.

Sudamérica, allá vamos


Por esta hazaña fue invitada a la misión que, dirigida por el meteorólogo Walter Giorgii, llevaría los adelantos logrados en el vuelo a vela a Brasil y Argentina.
El 17 de marzo de 1934 llegaron a Buenos Aires Hanna Reitch, Wolf Hirth, Walter Giorgii, Heini Dittmar y Peter Riedel. Traían consigo cinco tipos de planeadores, bautizados como Fafnir, Moazagolt, Cristian, Cóndor y Grunau Baby. De este último dejaron planos a partir de los cuales se fabricaron en Argentina, bajo licencia, más de 200. Muchos de estos aún están en vuelo.
Las acrobacias y “locuras” del grupo electrizaron al país, sacudiendo la modorra de la siesta de los fraudulentos y autoritarios años 30.
Peter Riedel, tras volar 7 horas sobre Buenos Aires y alrededores, aterrizó en la plaza frente a la terminal de trenes de Retiro, a la vista de miles de sorprendidos porteños que regresaban a su casa.
Wolf Hirth realizó en Palomar 74 loopings seguidos, descendiendo un poco mareado.
Hanna, al mando del planeador Christian, realizó vuelos de larga duración que le valieron la Medalla Internacional de Plata.
En aquellos años, la sociedad todavía trataba a la mujer como a un eterno menor, que debía se protegido y controlado. Tal era la pacatería reinante que cuando una dama de la aristocracia, Victoria Ocampo, salió de su casa conduciendo un auto, algo nunca antes visto, el escándalo fue gigantesco.
El efecto que causó en la población ver a la veinteañera Hanna, vistiendo con pantalones y campera de cuero, cruzar los cielos en aviones sin motor, fue inmenso. Numerosas mujeres la imitaron ingresando a las academias de vuelo, aunque varias de estas fueron después cediendo a las presiones familiares y abandonaron.
Los principales objetivos del viaje eran fomentar el vuelo a vela e investigar las condiciones para esta actividad en América del Sur.
Walter Giorgii, considerado con toda justicia un sabio, dio una importante conferencia en la Facultad de Ingeniería, revolucionando el estudio de la meteorología y la aerodinámica.
Regresaría a la Argentina luego de la guerra para radicarse en Mendoza y ejercer la docencia en la Facultad de Cuyo. Fue un hombre muy querido y uno de los más grandes meteorólogos del mundo. Allí diseño numerosos sistemas para combatir el granizo, que causaba enormes destrozos en los viñedos y por consiguiente en la economía de la región.
La misión dejó el país el 13 de abril de 1934 y su influencia en el vuelo deportivo argentino fue tan enorme que aún hoy se siente.

La nueva Alemania, o el viejo despotismo con nuevo rostro.

Regresaron a una Alemania completamente diferente. El sentimiento de fracaso y decadencia había terminado, en su lugar, un pavoroso deseo de venganza, de liberar todas las energías, crecía sin parar. El culpable era el otro y debía ser destruido. El filósofo Martin Heidegger escribió: El Ser acaba de encarnar en la historia.
El control de las escuelas de vuelo pasaba secretamente al Estado para ser solo fachadas del vertiginoso rearme. Discretamente, Göring y Milch creaban la Luftwaffe. En primer lugar, se acabó la investigación aeronáutica amateur o desinteresada y el intercambio de conocimientos con otros países.
Hanna, a pedido de Giorgii, fue a trabajar como piloto de pruebas del instituto de planeadores de Darmstadt, donde trabajó intensamente, arriesgando a diario su vida, en desarrollar nuevos sistemas de frenos en picado, presuntamente para ser usado en planeadores.
En realidad, los generales de Hitler estaban diseñando la táctica del Blitzkrieg, o guerra relámpago, para la cual necesitaban bombarderos de alta precisión, de ataque en picada, a fin de abrir el camino a los tanques y transportes de tropas.
Paradójicamente, el Blitzkrieg, que permitió a este rabioso antisemita conquistar casi toda Europa, fue copiado y aplicado, con mortal precisión, por los generales Israelíes en la llamada Guerra de los Seis Días (1967).
Si bien la doctrina nazi pontificaba que el lugar para la mujer era la casa y la crianza de los hijos, eso nunca fue obstáculo para que Hitler, excepcionalmente, utilizara a mujeres con talentos extraordinarios.
Tal fue el caso de la cineasta Leni Rifenstal, considerada como uno de los mejores directores de cine de todos los tiempos por su película propagandística sobre las olimpiadas de Berlín. Del mismo modo Hanna fue contratado por la Luftwaffe para trabajar en la base de pruebas de Rechlin, al igual que la ingeniera y piloto Melitta Schiller.
Reitsch probó todo tipo de aeronaves, incluso hizo una espectacular demostración pública volando un helicóptero dentro del estadio cubierto de Berlín.
Su trabajo como piloto de pruebas no la alejó de los records. En 1937 cruzó por primera vez los alpes en planeador.
Varias veces se le insinuó que debía afiliarse al Partido Nazi, pero ella se definió apolítica y jamás lo hizo. Pero, figura de propaganda, no pudo evitar dejarse arrastrar por el espíritu de la época, y, con bastante ingenuidad política en su caso, llegó a un grado de fanatismo al final de la guerra que incluso superaba al de sus conciudadanos. En 1941 fue condecorada personalmente por Adolf Hitler con la Cruz de Hierro 2da. clase, tiempo después recibió la de primera clase.2
En 1942 fue piloto de pruebas, conjuntamente con Rudolf Opitz y Heini Dittmar, del avión cohete Messerschmitt 163.
Surgido de la mente del Profesor Lippischt e usando como carburante una mezcla de peroxido de hidrogeno superconcentrado (C stoff) por un lado y alcohol metilico con hidrazina (T stoff) por el otro, era capaz de alcanzar 12.000 metros en 2 minutos a una velocidad máxima de 960 Km. por hora. Nada en el mundo se le podía comparar, pero solo contaba con combustible para cinco minutos, por lo cual debía bajar y aterrizar planeando.
Según nos cuenta el teniente Hans Bott, uno de los oficiales que más lo voló, el motor era inseguro, a veces se detenía inmediatamente después del despegue, o se prendía fuego.
Además, al venir en planeo, existía solo una oportunidad para aterrizar bien debiendo tener mucho cuidado en no quedarse muy alto ni demasiado bajo. Dejando de lado estas cuestiones “era una hermosura para volar”.
A Bott, que conoció a Hanna en esa época, le pareció una “chica simpatiquísima, querida por todos, varias veces solicito que se le permitiera combatir, pero le fue negado. No era especialmente linda, pero nos gustaba su carácter. Cuando cualquier piloto de pruebas hubiera tenido un nudo en el estómago al acomodarse en la cabina del avión cohete, ella se subía al avión cantando”3
El Me 163 despegaba sobre unas ruedas que lanzaba apenas dejaba la tierra y aterrizaba sobre una quilla, a la manera de muchos planeadores.
En el quinto vuelo de Hanna, las ruedas no se soltaron por lo cual inicio un circuito para aterrizar, un poco más alto de lo acostumbrado para compensar la resistencia al avance que ofrecían las mismas. Sin embargo, al encarar la pista, estaba demasiado alta, así que deslizó el aparato (maniobra que se realiza inclinando las alas para un lado y aplicando pedal de timón contrario) para perder altura sin ganar velocidad, pero no pudo enderezarlo y golpeo violentamente la pista, fracturándose la nariz y la cabeza.
Una vez dada de alta del hospital, recuperó el equilibrio afectado, que le provocaba frecuentes mareos, trepando árboles y tejados y pronto fue requerida para resolver un grave problema.

Utilizando un pequeño avión no tripulado, un pulsorreactor, casi una tonelada de explosivo y un simple giróscopo como piloto automático, los “cráneos” de la Luftwaffe, a pedido del Mariscal Milch, habían creado la famosa bomba voladora V1. Pero el primer misil estratégico de la historia caía inexplicablemente a poco de despegar, por lo que se le agregó una muy pequeña cabina a fin que un piloto, de reducido tamaño, pudiera evaluarlo en vuelo.
Ya seis aviadores habían perdido la vida (uno fue un famoso jockey de antes de la guerra) cuando se le pidió a Hanna volarlo.
En la base de pruebas de Pennemunde, donde también se experimentaba con cohetes misilisticos, se preparó la séptima bomba voladora.
Hanna sintió como era comprimida contra el asiento mientras era disparada sobre una larga rampa. Rápidamente descubrió que la falla estaba el timón de dirección, su diseño era defectuoso, así que cortó motor y descendió en veloz planeo hacia las desiertas playas del Báltico, para aterrizar violentamente sobre unos patines especialmente adosados al artefacto.
Veinte años después, este hecho fue tomado por Hollywood como la escena central de una película.4
Esta V1 tripulada dio la idea a varios oficiales, entre ellos a al fanático y capaz comando, Otto Skorzeny, de crear, solicitando la ayuda de Hanna y del jefe de Bombarderos Werner Baumbach, un escuadrón suicida que se estrellara contra los barcos e instalaciones enemigas.
Si bien la bomba V1 original fue diseñada para volar sin piloto, no era precisa y solo podía dirigirse contra blancos enormes, como la ciudad de Londres.
Skorzeny había saltado a la fama al realizar el rescate de Benito Mussolini, detenido por orden del rey de Italia en la cima del monte Gran Sasso. Utilizando grandes planeadores de transporte de tropas (DFS 230) los alemanes atacaron el reducto, liberando al calvo dictador que huyó con Skorzeny en un pequeño avión Fieseler Storch.
El proyecto V1 “kamikaze”, pese a la renuente aprobación inicial de Hitler, no se realizó, en parte por la resistencia de los jefes de la Luftwaffe a las operaciones suicidas. Göring y Milch, e incluso Hitler, consideraban que el piloto debe tener al menos una oportunidad de salvarse.
Este tipo de operaciones son siempre síntoma de desesperación.
Werner Baumbach concentro sus esfuerzos en el mucho mas prometedor campo de las bombas voladoras (o misiles) controlados por radio desde un avión, lo que le valió ser contratado, terminada la guerra, por el General Perón, para desarrollar este sistema para la Argentina.

Vuelo al infierno

A Hanna todavía le faltaba la más peligrosa y polémica de sus misiones, que la colocaría en la escena del más grande drama de todos los tiempos.
A fines de abril de 1945 Hitler estaba encerrado en su bunker bajo la Cancillería, mientras Berlín era rodeado por casi un millón de soldados rusos y bombardeado por 10.000 cañones.
Göring, a salvo en su guarida de los alpes, recibe la información que Hitler había sufrido un colapso nervioso y, temiendo que otro le gane de mano, envía un telegrama a la Cancillería intentando una tibia toma del poder. Con esta actitud agotó el último resto de la larga paciencia que Hitler tuvo con él. Así que lo destituye y ordena al General Robert Ritter Von Greim, entonces en la base de pruebas de Rechlin, que acuda a reunirse con él.
El único Aeropuerto todavía en manos alemanas en el área de Berlín era Gatow, a casi treinta kilómetros del centro.
Von Greim era jefe de personal de la Luftwaffe, un veterano de la 1ra. Guerra e incondicional de Hitler.
Ni joven, ni atractivo, había logrado sin embargo que la chica, a la que parecía que solo le interesaban los aviones, se fijara en él y ya llevaban varios meses de relación sentimental.
Al General se le ocurrió que desde Gatow podía volar en autogiro, un aparato similar de aspecto a un helicóptero del cual Hanna era una experta piloto, y aterrizar en pequeño jardín de la Cancillería o, en su defecto, en la calle.
En la base de Rechlin, la tarde del 26 de abril de 1945, abordaron un caza monoplaza diseñado por Kurt Tank, el Focke Wulf 190.
El piloto fue el Feldweder (sargento) Jünger Bosser, quien conocía bien el camino para sortear los cañones antiaéreos soviéticos, ya que dos días antes llevó al arquitecto y Superministro Albert Speer.
Acomodado en un agujero detrás del piloto viajaba Greim y en un hueco del fuselaje Hanna.
La destrozada Luftwaffe pudo reunir casi treinta cazas para acompañar al FW190. En la ruta fueron atacados por decenas de aviones soviéticos, 7 cazas propios fueron derribados, pero los viajeros llegaron a Gatow con solo unos agujeros en las alas.
El aeropuerto se encontraba en ese momento bajo ataque de la aviación Rusa. Mientras la escolta se trenzaba en lucha, las ruedas del FW190 tocaron tierra.
Como el autogiro fue dañado en un ataque Greim y Hanna tomaron un Fieseler Storch, aparato capaz de aterrizar a solo 29 km/h, para volar al centro de la ciudad.
Jünger Bosser se quedó atrás, sobrevivió a la guerra y se radicó en Bariloche. Su breve participación en la historia mundial había finalizado y solo quería vivir en paz. Años después, el escritor Burnside elaboró una teoría conspirativa, sin aportar ninguna prueba histórica, donde Hitler escapa con vida rescatado por Jünger en un avión Arado y llega a la Argentina en el submarino conducido capitán Scheffer, que se rindió en Mar del Plata a 2 meses de terminada la guerra.
Que algo sea técnicamente posible y que haya pasado realmente no es lo mismo.

Von Greim, alegando que Hanna no tenía experiencia de combate, se hizo cargo de los controles y llevó al Storch a la altura de la copa de los árboles. Ningún pintor renacentista hubiera podido imaginar un infierno más atroz del que se vivía unos pocos metros debajo. Adolescentes de 13 o 14 años armados con Panzerfeust (lanzagranadas antitanque), enfrentaban los blindados T-34 rusos, para ser arrollados por los tanques que no conseguían destruir, mientras grupos de las SS asesinaban a sus propios conciudadanos que intentaban huir de las atrocidades de los soviéticos.
Cazas enemigos surcaban el cielo pero no veían al Storch oculto por el humo de los incendios. Cuando las esquirlas de una explosión alcanzaron el avión, destrozando la pierna de Von Greim, Hanna se hizo cargo de los controles y dirigiendo el aparato hacia la puerta de Brademburgo, en el corazón político de Berlín, aterrizó con precisión en la avenida Charlotenburger, eje este-oeste, alrededor de las 6 y media de la tarde.

Descenso a las tinieblas

Llevados a toda prisa a los restos de la Cancillería, se dispusieron a descender al tenebroso y alucinante mundo que reinaba en el Führerbunker.
Mientras el médico atendía la fea herida del pie de Greim, un encorvado y tembloroso Hitler los visitó. Tras agradecerles haber venido, les explicó que Von Greim remplazaría al “cobarde traidor” de Göring como jefe de la Luftwaffe, con el grado de Mariscal de Campo (fue el último nombrado por Hitler). Con voz muy baja y con los ojos entrecerrados dijo: “en nombre del pueblo alemán, le doy la mano”
Hanna y Von Greim le pidieron permiso, que fue inmediatamente concedido, para quedarse en el Bunker a morir con él.
Un poco mas tarde, Hitler llamó a la joven a su habitación y le dijo: “Hanna, pertenece usted a aquellos que morirán conmigo, cada uno de nosotros tiene una ampolla de veneno como esta- y le entrego dos de color azul conteniendo cianuro- no quiero que ninguno de nosotros caiga vivo en manos de los rusos ni que encuentren nuestros cuerpos. Eva y yo haremos que quemen los nuestros. Usted dirá que método prefiere para destruir el suyo ¿informará por favor de esto a Greim?
Llorando ella le imploró que salve su vida, porque Alemania lo necesitaba, pero él le contestó. ”No, no Hanna, como soldado debo quedarme a cumplir mi propia orden y defender Berlín hasta el final. Mi querida niña, no quise que fuera así. Esperé que Berlín se salvara en los acantilados del Oder y por eso todo lo que teníamos lo movimos para mantener esa posición. Permaneciendo aquí y por mi ejemplo, espero que mis tropas realicen un esfuerzo extraordinario y nos rescaten junto con los tres millones de habitantes...”5
Dentro del Bunker convivían un heterogéneo grupo conformado por el despreciable Martín Bormann, el matrimonio Goebbels, quienes llevaron a sus seis pequeños hijos con la intención de asesinarlos, Hans Baur, el piloto privado de Hitler y eximio esquiador, Ludwing Stumpfegger, el médico personal y el SS Hermann Fegelein, casado con Gretl, la hermana de Eva Braun. Pocas horas después del su matrimonio con Eva, Hitler lo hizo fusilar.6
El capitán Gerhard Boldt, a cargo de mantener actualizados los mapas, recordó la orden dada por su superior, que demuestra no solo el sentido de la dignidad sino también el desprecio que unos muchos oficiales de la Wermarch (ejercito) sentían desde hace un tiempo por sus lideres, “a sido usted designado para servir en el Führerbunker, solo le digo una cosa, cuando esa gente abra las llaves de gas, solo asegúrese de subir a la superficie para morir como un soldado”7
Hanna y Greim ya habían decidido como acabar sus vidas. Morderían la cápsula de cianuro mientras soltaban las anillas de unas granadas.
Pero Hitler cambio su decisión. Enterado de Himmler intentaba, a sus espaldas, negociar la paz con los aliados, ordenó a la pareja escapar de Berlín. Su misión era organizar los escasos aviones que le restaban a la Luftwaffe y acompañar el contraataque del general Wenck, quien buscaba, según Hitler, romper el cerco soviético y liberar la ciudad.
La realidad era muy diferente, Wenck solo podía conducir su ejército maltrecho hacia el oeste para tratar de rendirse a los norteamericanos.
Escondido cerca de la puerta de Brademburgo, se encontraba intacto un pequeño avión biplaza, el Arado 96.
A la 1:30 de la madrugada del 30 de abril, Hanna y el herido Greim salieron del refugio a un Berlín iluminado por las llamas.
Utilizando casi trescientos metros de avenida para la carrera de decolaje, y a los mandos de Hanna, pronto se elevaron para ocultarse inmediatamente en la oscuridad del cielo.
En Plön, sede del efímero gobierno del Almirante Doenitz, nombrado por Hitler su sucesor, Hanna enfurecida enfrentó a Himmler y lo llamó traidor, quien apenas si se molestó en contestarle. De todos modos, tanto Greim como Himmler pronto usarían su boleto de salida de la guerra en forma de cápsulas de cianuro.
Mientras tanto, en el bunker, luego de la muerte del matrimonio Hitler, Magda Goebbels, envenenó a sus seis pequeños hijos antes de matarse con su marido. El médico de Hitler fue quien entregó las ampollas.
Nadie esperaría que Bormann o los SS restantes lo impidieran, pero llama la atención que un hombre bien plantado como Hans Baur, piloto comandante de Lufthansa, hombre de familia y respetado héroe de la 1ra. Guerra no intentara salvar a los niños. Más tendiendo en cuenta que en ese momento su vida, con los soldados soviéticos a 400 metros, valía menos que nada.
Al caer la noche del 30 los sobrevivientes intentaron aprovechar la confusión para huir, según Hans Baur, Bormann fue abatido al cruzar un puente, aunque su cadáver no fue reconocido. El propio Baur, malherido en la pierna, fue tomado prisionero por soldados soviéticos que se sorprendieron de su rango: Coronel general.8 Traud Junge, la secretaria de Hitler, logró pasar el cerco y perderse por los campos.

Yo sé que ahora vendrán caras extrañas

La guerra termino para la capitana honoraria de la Luftwaffe Hanna Reitsch el 9 de mayo de 1945, cuando es tomada prisionera por fuerzas norteamericanas. A la vista del desastre en que se encontraba el mundo, replanteó su adhesión al nacional socialismo.
Cuando fue conducida al interrogatorio, Hanna llevaba varios días sin poder bañarse ni comer. Así creían sus captores que lograrían quebrarla.
El oficial Kohn, del Counter Inteligence Corps (CIC) comía tranquilamente un chocolate. “Mi estómago comenzó a segregar jugos, hubiera querido abalanzarme sobre el chocolate, pero pude controlarme”.9
En realidad no había nada por lo que quebrarse. Hanna respondió clara y sinceramente todas las preguntas. Cuando se planteó la posibilidad que Hitler siguiera con vida y hubiera escapado a la Argentina u otro lugar, ella contestó: “!Hitler esta muerto! El hombre que vi en el bunker no pudo haber sobrevivido, no tenia ninguna razón para vivir y la tragedia es que lo sabia muy bien, lo sabía mejor que nadie”.
Fue clasificada dentro del grupo II (políticamente implicados con el régimen), pero jugó a su favor que ni siquiera era miembro del partido Nazi.
Básicamente se la acusó de colaborar en el desarrollo de armas de terror. En los juicios seguidos a los nazis se prohibió el uso de la defensa llamada “Tu quoque” (tu también), que consiste en atribuir a los acusadores haber hecho lo mismo que están juzgando. Aunque en general es una pésima defensa, porque predispone mal a los acusadores, los aliados querían evitar un debate que en el caso de armas de terror hubiera sido por lo menos incómodo.10
Hanna recuperó su libertad luego de 15 meses de detención. Apenas se lo permitieron volvió a volar en planeador y en el mundial de España de 1952 obtuvo la medalla de plata.
En 1954 viajó nuevamente a la Argentina, esta vez manteniendo un perfil muy bajo y realizo unos vuelos en la Provincia de Córdoba.
En 1959 fue invitada por Nehrú, mano derecha del Mahatma Gandhi y Primer Ministro de la India, donde fundó escuelas de vuelo y compartió con el estadista un largo y hermoso vuelo planeado sobre Nueva Delhi.
En 1961 fue invitada a la Casa Blanca por John y Jacqueline Kennedy, poco después de lograr el record mundial de distancia. De 1962 a 1966 vivió en Ghana, donde promovió su deporte favorito.
Continúo volando hasta el último día de su vida, falleciendo en Frankfurt en 1979.
¿Que fue de la vida de los otros participantes de la misión de vuelo a vela de 1934?
Peter Riedel ingresó como piloto a Lufthansa, tal como era su sueño, aunque se transformó en pesadilla al ver como la aerolínea era rápidamente militarizada por decisión de Hitler. Durante la guerra fue designado agregado aeronáutico en la embajada alemana de Suecia, donde accedió a documentación secreta sobre las matanzas de los nazis. Horrorizado se unió a la resistencia que comenzaba a formarse en las Fuerzas Armadas, pero fue delatado por un amigo y debió huir. Finalizada la guerra trabajó como piloto de TWA y Pan Am, muriendo en 1998.
Wolf Hirth, pese a volar con una pierna de palo, siguió batiendo records y fundó la fábrica de planeadores Schemmp- Hirth, murió en 1959 de un ataque cardíaco mientras realizaba una exigente acrobacia.

La Luftwaffe en Argentina - Capitulo 3
Horacio Rivara vhrivara@copetel.com.ar

Fuente: 

jueves, 18 de julio de 2019

Así se promulgó la ley del voto femenino en Argentina


Así se promulgó la ley del voto femenino en Argentina
21 DE SEPTIEMBRE DE 2018 A LAS 10:00
MUJERES EN LA CULTURA

Fue el 23 de septiembre de 1947. En esta nota, te contamos cómo se gestó la ley que garantizó el derecho al voto de las mujeres de la Argentina, sus antecedentes y los protagonistas de la época; la lucha sigue vigente

El 9 de septiembre de 1947 una multitud de mujeres se agolpó en las inmediaciones del Congreso de la Nación para exigir a los legisladores la aprobación la ley de sufragio femenino. El Poder Ejecutivo fue quién presentó el proyecto, en el marco de una batería de más de cuarenta leyes que Juan Domingo Perón había anunciado dentro de la planificación estatal conocida como el Plan Quinquenal.


(Foto: Participación de las mujeres en el acto multitudinario en Plaza de Mayo, donde se anuncia la Ley 13.010).

Hasta ese día, a partir de la Ley Sáenz Peña (1912), que estableció el voto secreto y obligatorio, los únicos habilitados para votar eran los hombres mayores de 18 años, nacidos en Argentina y residentes de las 14 provincias del país. Recordemos que Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut, Río Negro, Neuquén, La Pampa, Chaco, Formosa y Misiones eran considerados territorios nacionales, y por lo tanto, no eligieron autoridades hasta las elecciones de 1951.
La campaña
VIDEO: https://youtu.be/UfvPGiyHmvI

Una lluvia de telegramas con un sin fin de remitentes llovían a diario en los despachos los diputados y senadores nacionales de aquel entonces. Eran personas, organizaciones sociales y grupos partidarios que solicitaban la aprobación de la ley del voto femenino. Otros, preferían acudir a sus aptitudes para hacerse escuchar, como muchas actrices y actores famosos de la época, participando en cortos audiovisuales que fomentaban el debate.

Asimismo, las mujeres organizadas empapelaban las ciudades bajo el lema “la mujer puede y debe votar”, mientras Evita impartía sus discursos por radio, religiosamente, incitando a las mujeres a luchar por sus derechos.


“La mujer puede y debe votar, como una aspiración de los anhelos colectivos. Pero debe, ante todo, votar, como una exigencia de los anhelos personales de liberación, nunca tan oportunamente enunciados.”

“Ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente, a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país, que es, en definitiva, el destino de su hogar”.
La ley en fechas

El 21 de agosto de 1946 el proyecto fue aprobado por la Cámara Senadores, para que el 9 de septiembre del año siguiente hiciera lo propio la Cámara de Diputados, luego de un maratónico debate. Días más tarde, el 23 de septiembre de 1947, se promulgó la Ley 13010.


(Foto: Ley 13010)



Ese día, una multitud celebró la promulgación en Plaza de Mayo y Eva Perón regaló uno de sus discursos más memorables:


“Recibo en este instante de manos del Gobierno de la Nación la ley que consagra nuestros derechos cívicos. Y la recibo, ante vosotras, con la certeza que lo hago en nombre y representación de todas las mujeres argentinas, sintiendo jubilosamente que me tiemblan las manos al contacto del laurel que proclama la victoria”.



(Eva Perón recibe en manos la ley 13.010 en el balcón de la Casa Rosada, junto a Clara Borlenghi, Juan Domingo Perón, Ángel Borlenghi, Juan Hortensio Quijano, entre otros. Leé el discurso completo)
Los antecedentes y las primeras sufragistas

Si bien la ley se promulgó en 1947, recién en 1951 las mujeres acudieron masivamente a las urnas. La demanda histórica que el peronismo materializó tiene sus antecedentes en las persistentes batallas y conquistas que llevaron adelante, desde principio de siglo, las mujeres organizadas en las agrupaciones feministas, las socialistas y radicales.


En 1911, los requisitos para empadronarse contemplaban, entre otros, ser ciudadano mayor de edad, saber leer y escribir, ejercer alguna profesión y tener domicilio en la ciudad de votación.

La médica feminista Julieta Lantieri cumplía con ellos y exigió empadronarse, convirtiéndose en la primera mujer en la historia argentina en poder votar. Al año siguiente, a estas condiciones se le agregó el poseer libreta de enrolamiento, por lo tanto, solo accedían los varones al realizar el servicio militar obligatorio.

(Foto: Julieta Lantieri disertando sobre los derechos políticos de la mujer. Circa 1920)

En 1911, 1919, 1922, 1929, 1932,1933, 1934, 1935, 1938, 1939, 1928, 1935 y 1939 se presentaron diversas iniciativas que buscaron garantizar el voto femenino, aunque muchas de ellas ni siquiera se debatieron en el recinto. Fue el representante del Partido Bloquista, Aldo Cantoni, quien al asumir la gobernación de San Juan, modificó la Constitución provincial y habilitó a las mujeres sanjuaninas a votar y a presentar sus candidatas en las elecciones municipales de 1928.


(Primer ensayo de voto femenino organizado por la Unión Feminista. Preside la mesa la Dra. Elvira Rawson de Dellepiane, 1920).

Los debates para apoyar o no la ley del sufragio femenino fue por lo menos acalorado. Sucedieron en el interior de los partidos políticos y entre las diferentes organizaciones de mujeres. El historiador Pablo Vázquez, especialista en peronismo, explica que “Perón, ya en 1945 desde la Secretaria de Trabajo y Previsión, planteó el tema del voto femenino. Entre las sufragistas, sobre todo el colectivo que encabezaba Victoria Ocampo, no querían que saliese el proyecto, porque “lo daban” los militares; para ellas, el peronismo era la dictadura”.


Y agrega: “La oposición tenía contradicciones. Los radicales siempre apoyaron el voto femenino, más aún el sector de Frondizi, pero dar el voto implicaba beneficiar al peronismo, porque sabían que las mujeres lo iban a apoyar masivamente. Los conservadores estaban en contra bajo el argumento tanto de la especulación política del peronismo como del que no había tiempo suficiente para instruir a las mujeres en cuestiones cívicas, que se carecía de padrones electorales y que la participación de la mujer en la vida política iba a dividir a las familias”.

Algunas de las especulaciones de la oposición se cristalizaron el 11 de noviembre de 1951, cuando se celebraron las elecciones que permitieron la reelección de Juan Domingo Perón. La fórmula Perón-Quijano alcanzó nada menos que el 63.4%, seguida por los radicales Balbín- Frondizi, que obtuvieron el 32.2%.


“Para esas elecciones en el padrón figuraban 8.623.646 de electores, entre ellos, 4.222.467 mujeres. De ese total, el 90,32% se hizo presente en las urnas y más de la mitad votó al peronismo. El resto de las electoras, 1.375.096, lo hicieron por otras fuerzas políticas, que en total sumaban ocho candidaturas”, describe Laura Macek, investigadora del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón (INIHEP)- Museo Evita.
Una lucha que no termina

Con el empadronamiento, la mujer obtuvo su Libreta Cívica, porque hasta ese entonces, la única documentación con la que contaba era su partida de nacimiento. Además, la promulgación de la ley otorgó a las mujeres argentinas una mayor equidad real en términos civiles y políticos. La patria potestad compartida (1949) y la ley de divorcio (1954) fueron algunas de las conquistas más relevantes de la década. También lo fue la participación dentro del Congreso. Para 1952, entre los 30 senadores nacionales, 6 eran mujeres, y las diputadas conformaban apenas el 15% de la cámara baja. Sin embargo los sucesivos golpes de Estado dejaron sin efecto cientos de derechos obtenidos. La patria potestad compartida, por ejemplo, se restableció en 1985, con la transición democrática, y en 1991, cuando se aprobó la ley de cupo femenino, que estableció garantizar, al menos el 30% de participación femenina en las listas de partidos políticos para cargos nacionales.

*Fuentes: Fotos AGN / Archivo INIHEP-Museo Evita. Área de investigación, biblioteca y archivo INIHEP- Museo Evita - Dirección de Información Parlamentaria- H.Cámara de Diputados de la Nación - Araceli Bellota en “La pasión de una mujer”.
Agradecemos a: Laura Macek, Damián Cipolla, Ana Laura Martin del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón- Museo Evita. Pablo Vázquez del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas.


FUENTE: 

Voto femenino: ¿Cómo fue la primera vez que las mujeres pudieron votar en Argentina?


Voto femenino: ¿Cómo fue la primera vez que las mujeres pudieron votar en Argentina?
9 DE NOVIEMBRE DE 2018 A LAS 17:09
MUJERES EN LA CULTURA

A 67 años del día que las mujeres pudieron votar en el país por primera vez, hablamos con María Eugenia Álvarez, la enfermera personal de Evita, y Beatriz Baliñas, delegada censista en la provincia de Buenos Aires. Conocé sus historias.
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Fue el 23 de septiembre de 1947. En esta nota, te contamos cómo se gestó la ley que garantizó el derecho al voto de las mujeres de la Argentina, sus antecedentes y los protagonistas de la época; la lucha sigue vigente

Si bien la ley que garantizó el sufragio femenino se promulgó en 1947, se demoró cuatro año el acceso real a las urnas. Durante todo ese proceso, la participación de las mujeres en el ámbito de lo público y en la escena política argentina se fue acrecentando como un torbellino.
El 11 de noviembre de 1951, tras cuatro años de intensa campaña de empadronamiento, más de 3.500.000 de mujeres votaron en el país por primera vez.

Beatriz Baliñas fue delegada censista en la provincia de Buenos Aires, y María Eugenia Álvarez, regente de la Escuela de Enfermería y enfermera personal de Eva Perón. Mujeres muy jóvenes que, casi sin darse cuenta, fueron protagonistas de un periodo histórico clave vinculado a la participación de su género en la escena política. Estas son sus historias.
Beatriz, la delegada censista

Antes, durante y luego de que se aprobase la Ley 13.010, se desplegó una estructura sostenida por mujeres que selló una de las formas de hacer política desde las bases del peronismo: los centros cívicos femeninos, coordinadas por las delegadas y subdelegadas censistas.


Panfleto de los Movimiento del Centro Cívico Femenino “Doña María Eva Duarte de Perón” convocando a la participación de las mujeres


“Yo fui la delegada censista del Partido Peronista Femenino (PPF) Wilde-Avellaneda. Cuando me eligieron, no lo podía creer. Yo tendría 14, 15 años y todo Wilde era mío, desde Mitre derecho hasta Calchaquí. Empezaba a las ocho de la mañana y eran las ocho de la noche y andaba por la calle, sin comer, caminando hasta completar una manzana, y dos, y tres… No me cansaba nunca", recuerda 60 años más tarde Beatriz Baliñas, desde su casa de Caballito. "Era la más chica del Partido, por eso Evita me quería tanto”.

El Partido Peronista Femenino se fundó en julio de 1949, y era la mismísima Eva Perón quien elegía a las delegadas de cada distrito. No tener experiencia política previa era una cualidad, ya que Eva buscaba que sus delegadas estén lo más alejadas posible de los vicios de la política tradicional, incluso las alertaba respecto de que no se dejaran influir ni aconsejar por los hombres del partido.


Delegadas censistas en campaña en Santa Fe

“Me hice peronista por mis hermanas, y ya a los 16 años era la jefa de mi unidad básica femenina. Mi secretaria era la esposa del diputado nacional José Quevedo. ¡Increíble! ¡Yo era una nena y mi secretaria era la esposa de un diputado!! Mi mamá me compraba esos trajecitos sastre y me peinaba con el pelo tirante, rubia, y yo me sentía Evita. Iba y venía a La Plata, llevando decenas de carpetones, porque en ese momento había que hacer cinco fichas para afiliar a la gente!”.

En principio, las delegadas censistas se encargaron de saber cuántas mujeres simpatizantes peronistas había en el país. Luego siguieron censando y empadronando de cara al futuro debut eleccionario, a la vez que se pusieron al hombro la gestión de los centros cívicos femeninos, que funcionaban donde encontraban un hueco: en la casa de alguna vecina, en algún galpón sin uso, departamentos, teatro, salón de comité, dependiendo de la región.


Centro Cívico Femenino

Se llevaron a cabo cerca de 4000 centros en el país. Los hombres tenían el acceso prohibido. Allí se desarrollaban actividades culturales, talleres de taquigrafía, dactilografía, inglés, clases de alfabetización, cocina, corte y confección, y talleres de formación política, entre otras tareas. También se encargaban de la atención primaria. Si bien no lo eran formalmente, funcionaban como parte de la estructura del Estado.


“Vos hacés de todo y todo te parece poco. Yo estaba en todas las reuniones, en la calle, empadronando, en la unidad básica, en los actos. Me parece que ese trabajo de censista fue toda la vida. A lo mejor no fue tanto, pero ¡cuánto que lo disfruté!”.

Beatriz trabajó sin descanso hasta que llegó el 11 de noviembre de 1951. Esa mañana fue con sus hermanas y sus primas, que eran comunistas, al convento María Auxiliadora en Barracas, donde la esperaba la mesa de votación y una realidad que había querido negar.

“Fuimos todas juntas, hice la fila con ellas y me quedé llorando como una loca en la puerta. Tenía 17 años... ¡y había que tener 18 años para votar! No tenía consuelo ni libreta cívica", cuenta.



Primera votación con participación de mujeres

La fórmula Perón-Quijano salió victoriosa en las elecciones. Las mujeres superaron en cantidad de votos peronistas a los varones en todos los distritos. También ocuparon bancas: 23 diputadas y seis senadoras nacionales. Junto a las legisladoras provinciales, sumaron un total 109 mujeres elegidas. Aunque los hombres seguían siendo una mayoría importante, en 1953 una mujer fue nombrada Vicepresidenta Primera de la Cámara de Diputados: Delia Parodi, una de las primeras mujeres en el mundo en ocupar un cargo de tan alto nivel.
María Eugenia, la enfermera de Evita

Los últimos minutos de su vida, Eva Perón los pasó en compañía de una mujer, María Eugenia Álvarez, su enfermera. María Eugenia vive en Longchamps, en compañía de su perra Yulisa y de su hermana, que reside en el chalet de la esquina. Su barrio se llama Los Álamos y fue unos de los primeros planes de vivienda en construirse durante la primera gestión peronista. “Recién me entero, mirá que casualidad que justo vengo a terminar viviendo acá”.


Hija de gallegos, nació en Capital Federal.

“Vivía a una cuadra de Pueyrredón y una de Las Heras, ahí donde empieza Recoleta. No tenía ni un vecino peronista, recuerda. A mí, igualmente, no me interesaba la política. Nunca fui peronista. Fui una enfermera argentina más, a la que le tocó asistir a un ser excepcional como lo fue la señora Eva Perón”.

Una mañana de 1950, María Eugenia estaba haciendo curaciones a una paciente, cuando una de las monjas del Hospital Rivadavia le anuncia que el Director quería hablar con ella. María Eugenia se dirigió al despacho del doctor Bengolea, quien le anunció que al día siguiente la pasaría a buscar un coche de la Presidencia para ir a cuidar a la esposa del Presidente de la Nación.

María Eugenia rechazó la tarea, argumentando que había enfermeras con mucha más experiencia. Pero el doctor sentenció: "Vas porque yo te lo ordeno, así como Perón me impuso a mí la dirección de este Hospital".

“Cuando llegué, la señora estaba dormida. Tenía la piel como de porcelana, se la veía angelada. La habían operado de apendicitis y yo le tenía que hacer los controles regulares. Me sentía tranquila porque sabía que estaba bien preparada para la tarea. Durante dos años la cuidé, sin casi moverme de su lado”.

Cuando María Eugenia inició sus estudios, todavía no existía la Escuela de Enfermeras “7 de mayo” creada por la Fundación Eva Perón, a principios de 1948. “Una tarde, la señora, que ya no andaba nada bien, me llama y me dice: ‘Mire, María Eugenia, usted va a tener que hacerse cargo de la Escuela de Enfermeras, y la señora de Parodi se va a tener que hacer cargo del Partido Peronista Femenino. Ustedes son dos mujeres muy serias, sin otros intereses ocultos detrás de sus personalidades. Así que a partir de hoy, usted es la Regente de la Escuela’. ¡Mama mía!, pensé yo, y enseguida me puse a trabajar”.



“A la Escuela venían chicas de todas las provincias argentinas y de países limítrofes. Teníamos turno mañana, turno tarde e internado. Los médicos se quedaban admirados de las prácticas de enfermería. Con nuestro ejemplo, le cerrábamos las bocas a las malas lenguas. Decían que las enfermeras de Evita eran todas prostitutas y, en ese caso, yo era la prostituta mayor”, ríe a carcajadas María Eugenia. “Por el nivel de excelencia que alcanzó la Escuela, muchos médicos la salieron a defender cuando vino la Revolución Libertadora”.



En las tardes, entre Maria Eugenia y Evita eran recurrentes las conversaciones sobre la importancia de la formación profesional de las mujeres, pero por sobre todo, el destino de los niños, niñas y ancianos.

“'¿Quién va a atender a los viejitos y mis niños?, María Eugenia', me decía la señora. Yo tragaba saliva y respondía: '¿Por qué piensa eso, señora? En una o dos semana, usted ya va a estar repuesta, atendiendo a sus viejitos y a sus niños'. Ahí entendí lo que era Eva Perón. Y eso que yo de política nunca entendí nada".

En 1951, María Eugenia, como tantas otras mujeres, votó por primera vez. Entró al cuarto oscuro, votó por Perón y cuando le devuelven su libreta cívica, se le cayó una foto de Evita que llevaba dentro. "¡Me anularon el voto! y yo pensaba: ¿cómo le cuento esto a la señora? Al llegar a la residencia le dije: ‘Ay, señora Evita, no sabe lo que me pasó´, y le conté. Evita me miró, me sonrió y me dijo: ‘Qué se le va a hacer, María Eugenia´. Igual estaba feliz de que las mujeres votáramos masivamente por primera vez".



Fuentes: Área de Investigación, Biblioteca y Archivo INIHEP-Museo Evita. Carolina Barry en “Eva Perón y la organización política de las mujeres”. Fotos: AGN / Archivo INIHEP-Museo Evita.

Agradecimiento: María Eugenia Álvarez, Beatriz Baliñas, Laura Macek, Damián Cipolla, Ana Laura Martin del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón-Museo Evita.

FUENTE:

viernes, 6 de abril de 2018

lunes, 27 de noviembre de 2017

Las compañeras de Eva Perón


Documental, Evita: las claves de la memoria. Homenaje a Eva Perón y a aquellas primeras mujeres que con ella, eligieron la lucha. Las anécdotas de las mujeres que acompañaron a Eva Perón. El viaje a europa. La Fundación Eva Perón. El voto femenino. La creación del partido peronista femenino.


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